
Acaba el mes de noviembre y no me resisto a hablaros un poco de los difuntos, de nuestros difuntos.
Cuando se van cumpliendo años se hace cada vez más fácil hablar con normalidad del tema de la muerte y de los muertos. Si esto no es así, hay algún mal rollo pendiente de solución.
Por ley de vida nos vamos acercando a ese momento, y es lógico en cada época y edad hablar de lo más significativo que trae consigo.
No significa que nos dé la depresión ni yuyu ni nada parecido, pero conviene ir haciendo balance y arreglando alguna cosilla que nos podría estar quitando la paz. Que no vayamos a llegar al último momento, que ya tendrá su afán, y encima estemos angustiados pensando en lo que teníamos que haber hecho y no hicimos por no habernos parado a pensarlo.
Sería absurdo pasar toda la vida preparando bautizos, primeras comuniones, bodas y banquetes y no preparar la vida eterna, que es lo que más va a durar (eternamente).
También se puede hablar con los hijos y explicarles -si no lo saben- qué esperamos de ellos cuando nos llegue ese momento.
A veces me da pena ver cómo se trata ahora a los difuntos. Igual que nos pueden descolocar las enfermedades largas, también nos empiezan a molestar y se nos hace cuesta arriba -es desagradable y no apetece- la muerte de nuestros mayores. No tenemos ni tiempo ni ganas para un asunto tan feo. Los incineramos porque todo es más rápido y fácil y ahora aprovechando el covid no necesitamos hacer velatorio ni Misa ni funeral. ¡Biennnnn!
Es muy triste ver tantas defunciones en las que se suprime cualquier acogida al difunto. A través de papá me llegó el otro día una comunicación del colegio de abogados participando de la muerte de la madre de un compañero: Velatorio no había por el covid, Misa tampoco porque sus familiares no son de Misas (la difunta madre probablemente sí, pero no importa), ceremonia civil tampoco por si acaso el covid, para hacer un minuto de silencio les parece que no es y como pedir una oración por su alma es religioso pues nada, nos piden un pensamiento para la señora difunta.
Me pregunto: ¿ese pensamiento puede ser un mal pensamiento? ¿O simplemente vale cualquier pensamiento? ¿Sobre qué?¿ Sobre algún sentimiento en especial? ¿Cómo van a pensar en ella si la mayoría de los que reciben la comunicación no la han visto en su vida?
Con lo bonita y humana que es la idea cristiana de honrar y rezar a los muertos. Por eso reciben la Extremaunción al morir, les velamos, les rezamos y el sacerdote dice responsos por su alma. Porque creemos en el cielo y que rezando por él o ella ayudamos que su alma llegue al cielo con la misericordia de Dios. Le ayudamos a llegar al cielo. Por eso pedimos oraciones a nuestros conocidos, por eso celebramos un funeral de despedida en su honor en el que damos gracias a Dios por haberle tenido entre nosotros y pedimos por su alma. Por eso le enterramos y le vamos a ver, a rezarle y le llevamos flores de vez en cuando. Por eso ofrecemos Misas e indulgencias por su alma. ¡Qué suerte poder seguir haciendo algo por nuestros seres queridos!
El 1 de noviembre estuvisteis varios de vosotros en el cementerio de Carbonero. Allí todo el pueblo rezaba por los abuelos, padres, hijos, hermanos, amigos y demás seres queridos difuntos. El sacerdote pasó y dijo varios responsos mientras cada familia acompañaba la lápida de los suyos.
No es verdad que da igual después de morir dónde nos coloquen. Si no decidme por qué tanto afán por localizar a los muertos desaparecidos en épocas de conflicto o guerra. La buena familia descansa cuando localiza los restos de su familiar perdido y puede honrarle. A muchos nos gusta saber donde están los restos de la gente a la que quisimos mucho.
Qué bonito es cuando todas las tardes de verano, de camino a la ermita para que los niños jueguen, pasáis todos en los coches por el cementerio del pueblo. Los niños se asoman por las ventanillas chillando: “Adiós abuelo Mariano, adiós”, y le tiran algún beso, a la vez que los padres tocáis el claxon, y en fechas señaladas rezamos al pasar por ahí un Avemaría por abuelo.
Esta actitud la fomentáis los padres que sois buenos hijos y buenos nietos, pero no hace falta insistir mucho. Para los pequeños es como un juego y los más mayorcitos lo van interiorizando y su oración se hace personal.
Es de derecho natural respetar y venerar a nuestros difuntos y sale fácilmente, como sin querer. Les queremos en el cielo porque son nuestra familia, porque les queremos mucho y porque somos lo que somos gracias a ellos. Les debemos mucho.
Un fuerte abrazo.
Mamá