No sólo porque no ir al trabajo hace que me levante con sensación de que puedo hacer lo que quiera -que suele ser lo de siempre- sino porque viene unido a mucha gente en casa.
Ese ajetreo que a veces hace que no se esté tranquilo en ningún sitio, que no se pueda uno echar la siesta, que siempre haya trastos por la casa, mucha comida para hacer y mucho que comprar en el supermercado… Pues eso, qué queréis que os diga, me parece un estado alegre y hasta relajante. Una situación que, con sentido sobrenatural, la considero una bendición de Dios.
Posiblemente no está en la lista de las situaciones más cómodas para vivir y quién de nosotros no ha soñado y anhelado estar a su aire y sin nada más que hacer que discernir si tomarse una coca cola o mejor una cervecita y la coca cola después.
Siendo esto muy humano, posiblemente, según vayáis haciendo años, iréis viendo y experimentando que,( aunque puntualmente puedan coincidir), a menudo la comodidad tiene poco que ver con la felicidad.
Ya la última semana de Junio vinieron Nacho y María con Carlota, Nachete, Almu y Amalia y se nos hicieron cortos los días que estuvieron. Seguidamente llegaron a casa abuela Maruja y también Cecilia, que había terminado ya 2º de la ESO y qué mejor que venir unos días con su abuela y bisabuela.
También se apuntaron la siguiente semana de junio Cris y Edu con Nico, Álvaro, Miguel y las peques (Blanca e Inés), que son muy graciosas y tan movidas que cuando están quietas miramos que no tengan fiebre.
Después, en julio la cosa fue mejorando. Primero la esperada acampada familiar de primos. Todos os apuntasteis el fin de semana que el doodle consideró el ideal y… hacia Lleida todos los que pudisteis. Montamos las dos tiendas en el jardín, una de chicos y otra de chicas y se llenaron de niños: Cecilia, Clara, Julieta, Paula, Blanqui, Carola, Nina y Mariana eran la tienda de “las alemanas”. Eran alemanas simplemente porque la bandera que ondeaba a la puerta era alemana. Papá la compró y como estaba doblada la confundió con otra. Y la tienda de chicos con Nico, Edu, Álvaro, Pedro, Miguel, Pol y Juan. Ellos bajo la bandera pirata. No hacía falta organizarles juegos ni nada porque la convivencia continua de primos era lo mejor.
El domingo, vieron una rata en el jardín y la que se montó fue una fiesta. Unos subidos en el banco, otros pidiendo un palo para perseguirla y los más aguerridos con guantes de plástico y agarrándola de la cola. Los mayores, que íbamos saliendo al oír los gritos, más bien subidos en el banco también.
La semana siguiente se apuntaron Juan y Raquel con los niños (Juan, Paula y Mariana) otra semana. Después la cosa se fue complicando: Primero llamaron Luis y Nere, recién casados y esperando su primera niña, que pensaron que qué mejor que aprovechar una semana suelta de teletrabajo para venir a casa. Después los cuatro nietos mayores, que adelantaron los tradicionales días de venir a Lleida ellos solos. También el mismo día me llamó Ali, mi querida amiga de la universidad, que si me iba bien venía a casa unos días. Vive en Houston con su marido y estaba haciendo un plan en España que le falló.
Como todos lo dijeron el mismo día, lo primero que pensé es aquello que dijo Lola Flores el día de la boda de su hija Lolita: “¡Si me queréis, irse!”. Pero riéndome, porque sabía que no podía pedir más, que la casa llena es una bendición de Dios, como he dicho antes. No tenía duda de que nos lo íbamos a pasar muy bien. Esos días éramos un grupo variopinto pero enseguida enganchamos y formamos un bonito “grupo burbuja”. Hacíamos planes juntos y disfrutamos de la mútuacompañía. Ali hasta hablaba en inglés a ratos a los niños.
Llegó agosto y nos fuimos a Carbonero, que es lo que venimos haciendo papá y yo desde que nos casamos. El mes de agosto ha sido y es para Carbonero. Nunca hasta ahora nos ha tentado un plan más atractivo y sugerente. No creo que sea un asunto que se herede, pero el caso es que ahora vosotros también consideráis Carbonero el sitio más lógico para pasar el mes de agosto. Por tanto allí convivimos el grueso de la familia ese mes.
Como somos muchos viviendo en la misma casa -la mayoría de los días unos 22 entre niños y mayores- nos vamos organizando como podemos y suele ser cada año un poco mejor. El año pasado solucionamos el tema de la ropa. Era un jaleo lo de las lavadoras. Se juntaba tanta ropa que era difícil distinguir lo de unos y otros. Y no digamos nada de la plancha. Se solucionó poniendo un cesto en cada habitación de matrimonio. Así cada uno gestiona la ropa de su familia. Pone su lavadora y secadora y en bandejas de mimbre se lleva su ropa. Dobla o plancha lo que le parezca y no se confunde con la de su hermana o la de sus sobrinos.
Convivimos con muchos niños y reconozco que no faltan ambiente y lloros. Pero la cosa es mucho mejor de lo que puede parecer desde fuera. Nadie duda en casa de que los niños juegan con los niños, comen con los niños, están con los niños y se acuestan a la hora de los niños. Paralelamente, los mayores comemos con los mayores, hacemos tertulias de mayores y por las noches hacemos vida -tertulia, cine, katán, Rummikub o lo que sea- de mayores y nos acostamos a horas de mayores. Los niños están felices a su aire y nosotros ni te cuento. No hay problema de apegos porque luego están las mañanas en las piscinas del pueblo todos juntos, las tardes compartidas en la ermita en pleno campo, partidas de futbolín o ping pong entre padres e hijos y mil ratos más compartidos.
Este año no estaba la Virgen del Bustar en la ermita, nuestra patrona y dueña de la casa, porque la han llevado a la iglesia del pueblo para que lo proteja de la pandemia del covid, pero hemos seguido utilizando el entorno de la ermita, sus campos, sus columpios, su merendero, su río,… Allí nos encontramos todos: abuela, tíos y demás primos y si ya somos muchos los Gonzalo Pascual, no digamos cuando nos juntamos con el resto de los Pascual Llorente.
Pero para mí lo mejor es el ambiente en casa. Todos disfrutamos de la mutua compañía y cada uno es único y el mejor. No sé si (cómo dice la canción de Melendi) será porque nos vemos poco, o será porque os queréis todos, o porque sois familia, o porque empezamos el día yendo a Misa de 10h, o porque estamos de vacaciones. Pero disfrutamos mucho juntos y repito: me gustan mucho las vacaciones de verano… en familia.
Un fuerte abrazo
mamá