Hijoscaprichosos#hijosegoístas#hijosinfelices

Querid@s hijos: hij@scaprichosos#hij@segoístas#hij@sinfelices

Cuando erais pequeños no lo veía tan claro. Lo oía decir y no acababa de ver la relación.

A nuestro alrededor teníamos algunas familias de amigos que tenían hijos normales, como vosotros, y educados de manera similar, pero estaban un poco “empoderados”, es decir, acostumbrados a que en casa decidían ellos qué comían, qué bebían, qué se compraban, si iban o venían y su propios planes en muchos momentos de su vida infantil.

A veces me parecía que no se notaba diferencia, incluso que tenían más personalidad que vosotros, que posiblemente estábais más “aborregados” y haciendo en cada momento lo que os mandaban.

Pero ¡ay amigo!, el tiempo ha ido poniendo las cosas en su sitio y lo que papá veía clarísimo y yo no tanto, ha resultado ser verdad. Aquellos niños que decidían qué hacer, si celebraban o no su cumple y dónde, si iban a una excursión del cole o no iban, si se comían un yogur o bebían una coca-cola, si les apetecía ir al cumple del amigo o no, o ponerse el domingo ropa cómoda o “ropa de misa”, se fueron decantando por elegir hacer lo más cómodo y con gratificación inmediata y cada vez les costaba más hacer algo en contra de sus apetencias.

Lo que les apetecía empezó a ser el criterio que regía su vida. En una vida así los demás sólo encajan cuando me encaja a mí. Y pensar en los demás supone la mayoría de las veces (o por lo menos muchas) algo que no me apetece.

 

Conclusión, pueden acabar convirtiéndose en personas que no saben querer y, como resultado, personas a las que nadie quiere bien; personas infelices.

 

Educar hijos caprichosos está directamente relacionado con dar mucha importancia a los hijos: lo que quieren, lo que les gusta, lo que les apetece… Es evitarles todas las incomodidades y encima poner de nuestra parte lo que podamos -buenamente y malamente a veces- para complacerlos.

 

Cada uno en vuestras casa podéis encontrar manifestaciones variadas para educarlos bien y seguramente variarán las manifestaciones en las distintas familias.

No se trata de hacer todos lo mismo, pero sí de hacer todos algo en este sentido.

 

Os voy a recordar alguna situación concreta vivida en casa, por si os ayuda. Pero tenéis que encontrar vuestro camino según el estilo familiar de cada uno.

Evidente que habría otras cosas que no haríamos bien o podíamos haberlo hecho mucho mejor, pero a lo hecho pecho y también esas os pueden servir para no repetirlas en vuestras familias.

 

En el día a día no se os preguntaba qué queríais comer o cenar, el bocadillo del cole era de lo que tocaba y cuando era de algo que no os gustaba (esto me habéis comentado con el tiempo) lo regalabais o cambiabais en el mejor de los casos, y a comer de algún alma caritativa o a pasar hambre (no es fácil hacer algo que guste a todos). Y sí, ya sé que era horrible el bocadillo de paté con aceitunas y no os gustaba a ninguno, jejeje.

 

Cuando había que comprar ropa, hasta que érais ya mayorcitos, la elegía y compraba yo y os la llevaba a casa, y casi siempre os parecía preciosa. No se podía abrir la nevera y coger lo que apeteciera sin preguntar, y tanto lo teníais interiorizado que ya en la universidad, con casi 20 años, cuando veníais a casa, me chocaba que siempre me preguntabais: ¿Puedo coger un yogur de la nevera? (Ahora no se entiende porque el yogurt ha pasado a ser como el pan o la leche).

 

Cuando había plan del cole o excursión familiar con amigos, nosotros decidíamos quién de vosotros venía y quién se quedaba en casa con los pequeños y todos lo aceptabais.

Ya sabíais que unas veces tocaba ir y otras quedarse.

Cuando viajábamos a Carbonero, papá nunca quería llevar dos coches si no era estrictamente necesario. Íbamos siempre entre paquetes y bultos, bien apretados. Y aprendisteis a hacer malabarismos con el espacio. Así además, con un solo coche en vacaciones controlábamos más las idas y venidas de todos.

También, estando en la universidad, siempre nos preguntabais si podíais venir el fin de semana a casa, no decíais “Voy este finde”, sino “¿Puedo ir este finde?”. Y os organizabais de la mejor manera para no darnos trabajo de iros a recoger ni a la estación, si podía ser.

 

La relación con el dinero también es un tema interesante. Preferíamos no pagaros las tareas y ayudas en casa. Hay quien piensa que es mejor pagarles por hacerlo, y tienen sus razones, pero a nosotros nos pareció mejor para vosotros hacerlo así. Y tampoco nos gustaba que os pagaran mucho cuando hacíais canguros y similares.

Os acostumbrasteis a decir cuando os iban a pagar algún canguro: “No hace falta”, y mostrar vuestro agradecimiento cuando os retribuían.

Es bueno también que vuestros hijos aprendan a hacer cosas en el colegio, en la parroquia, en el club o donde sea sin cobrar.

Están aprendiendo solidaridad y voluntariado para el día de mañana, a pensar en los demás.

Y en casa no valía decir “es mi dinero”. A veces oía comentarios de amigos que decían: “Mi hijo se ha comprado tal cosa, pero como es su dinero…” y nunca lo entendí. Papá y yo pensamos -y así os lo explicamos- que el dinero vuestro era vuestro siempre que los padres no lo necesitáramos para vuestra comida o pensión. Gastaros vuestro dinero podía ser buena idea, pero tenía que estar supervisado por los padres y ver si era un gasto oportuno.

Sólo cuando un hijo es autosuficiente puede hablar propiamente de “su dinero”.

 

Me acuerdo siempre del último verano del colegio de Juan.

Estuviste trabajando en una carpintería el mes de julio. Tenías un amigo de clase muy majo y sus padres estaban pasándolo muy mal económicamente. Desde el colegio les ayudaban lo que se podía. Pues este chico también trabajó el mes de julio en una tienda de reparaciones.Tú, el último día de mes llegaste con el dinero en un sobre y me lo diste feliz y orgulloso diciendo: “Toma, que en septiembre empiezo la uni y os vais a gastar mucho dinero”.

En septiembre me encontré con la madre de ese amigo tuyo y me dijo feliz y orgullosa que su hijo se había comprado una moto con “su dinero”, el que había ganado ese verano.

Y me dio mucha pena. El chico sabía que en su casa necesitaban ese dinero para otras cosas más importantes y de primera necesidad.

 

Por eso ser caprichoso no está relacionado necesariamente con el dinero que se tenga, sino en cómo se manejan las situaciones. Aunque un criterio bueno y seguro es que vayan siempre cortos de dinero, cómo dicen siempre los expertos.

 

Que no os den pena vuestros hijos. Si afectivamente están bien, si les queréis con toda el alma (que me consta que sí), tenéis resuelto lo esencial.

Lo que os toca es hacérselo pasar un poco mal sujetando sus gustos y apetencias.

La vida buena, la que merece la pena, es una vida de entrega y generosidad, y eso exige ser capaces de hacer lo que no apetece por los demás. Y creo que eso nunca podrá hacerlo un niño caprichoso.

Además de que es un buen entrenamiento para lo que la propia vida les vaya deparando, que muchas veces irá en contra de sus gustos y apetencias.

 

Un beso muy fuerte de mamá.

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