Los años van pasando -no para vosotras que seguís igual de jovencitas- y vuestros hijos mayores ya están en la ESO. Se han convertido en preadolescentes, que diríamos en argot educativo.
Empiezan a ser muy mayores y más adultos de lo que nos puede parecer.
Hacéis todo lo posible por aprender a educarles, con el consiguiente “desgaste“ en cursos de educación, conferencias, libros…¡Me encanta! ¡Nunca dejéis de formaros! Si algún día os parece que ya sabéis suficiente, estáis perdidos.
Me consta además que en vuestras casas intentáis no adelantar etapas y queréis que vivan a tope su época de niños.
Por otro lado, desconfiais del enfoque que dan los medios a algunas materias objeto de educación. Por eso hacéis todo lo posible para que no les salpique por ejemplo, la hipersexualización existente a nuestro alrededor, tan extendida por todas partes.
Para ello intentáis controlar en la medida de lo posible lo que ven en la tele y demás pantallas. Así ,más o menos, os puede parecer que están a salvo de las ideas dominantes -pero que no compartís- sobre afectividad y sexualidad.
Hacéis muy bien, pero a la vez es bueno mojaros hasta el fondo y hablarles vosotros del tema. Darles una explicación (clara y desde el cariño) de vuestras razones y de vuestros convencimientos.
No es bueno decirles que algo no os gusta y no saber explicarles, como mejor sepáis (no se os pide un master) por qué no os gusta. Debéis intentar que tengan clara vuestra idea de la sexualidad, en este caso, o del tema que tratéis con ellos.
Decidles que creéis que van a ser más felices si viven de una determinada manera, como vosotros sois felices con estos planteamientos. Y que Dios también nos anima a vivirlo así porque nos quiere felices y quiere lo mejor para nosotros.
Decía el pedagogo Fernando Corominas que la cabeza de nuestro hijo es como un anfiteatro de butacas. Tenemos que lograr ocupar esas butacas con las ideas que queremos transmitirles. Así, cuando vaya otro -otra idea- a llenar esa butaca la encontrará ya ocupada. Si no lo hacemos así, ocupará la butaca la primera idea que le coloque el amigo o compañero de turno o lo que vea en una película.
No lo dudéis. Si llegamos tarde, será mucho más difícil desalojar al inquilino para situar el nuevo mensaje.
En el colegio preparamos a las niñas que lo desean para hacer la Confirmación. Parte de la preparación consiste en explicar los Mandamientos en 1º de ESO. Básico y elemental, pero no siempre aprendido y menos asumido. ¡Y eso que llevan oyéndolo desde 3º de primaria!
Hace unos días me tocaba explicarles el 6º y 9º mandamientos. Y pensaba en Nico, Edu, Cecilia y Clara. Los imaginaba ahí sentados en su pupitre y pensé que os escribiría este post.
El contenido de esa sesión me parece interesante y que os puede servir, si queréis, para asentar alguna idea en vuestros preadolescentes o quizás fijarla. Ojalá sea para confirmar las ideas que ya ocupan su primera fila.
Os cuento la dinámica de la clase por si queréis coger alguna idea.
Primero les paso unas preguntas a las niñas, pues es bueno siempre ver de dónde partimos. Las preguntas son: ¿Qué dicen el 6º y 9º mandamientos? ¿Es buena o es mala la sexualidad? ¿Cuáles son los fines de la sexualidad? ¿Sabes qué es la castidad? ¿Qué hacéis cuando estáis viendo una película con vuestros padres y sale una escena de sexo? ¿Y si estáis solas o con amigas?
Sobre estas preguntas vamos trabajando, ellas respondiendo y yo ampliando y contestando a sus preguntas.
Así les va quedando claro que la sexualidad es muy buena y querida por Dios, pero dentro del amor y el compromiso; que los fines de la sexualidad son la procreación, la unión de la pareja y el placer entre ellos y que la castidad en el matrimonio es vivir la sexualidad de este modo. Lo llamamos virginidad en los solteros y fidelidad en los casados.
Y así llegamos a la pregunta que más tiempo nos ocupa y que tiene mucha enjundia: la de su actitud ante escenas de sexo que aparecen en las películas o series. Sus contestaciones son muy interesantes y a veces graciosas y con más o menos candor y naturalidad: “Miro a otro lado, me hago la despistada, hablo de algo chulo, quito la imagen, la quitan mis padres, me voy a la cocina a comer algo…”. Todas reconocen que les resulta muy incómodo.
Pero la cosa cambia cuando se encuentran solas o con alguna amiga. Ya no resulta tan incómodo sino que, según cómo, puede tener mucho atractivo. Pasamos a recordar entonces que regodearse en estas escenas atenta al 9º mandamiento que estamos estudiando. ¿Por qué?
Si vemos escenas de violencia, les comento, no atentan a ningún mandamiento, en cambio no es lícito moralmente ver escenas de sexo. ¿Por qué?
Aquí sus respuestas varían:” Porque es una guarrada, porque no hay amor entre ellos, porque es desagradable…” Respuestas curiosas pero no la respuesta que buscamos.
Tenéis que intentar con vuestros hijos que encuentren ellos la respuesta y si no llegan a ella, explicársela vosotras y aseguraros de que la entienden bien. No penséis que es tan fácil. Exige tenerlo muy claro vosotras y con la misma claridad exponerlo.
El motivo por el que ver escenas de este tipo, o ver pornografía (que en el fondo es lo mismo) atenta al 9º mandamiento, no es porque es “guarro” -aunque frecuentemente suele serlo- ni porque es desagradable -que no tiene por qué serlo, puede ser muy agradable-.La auténtica razón es algo más complicada .
Preguntadles si ellos ante una escena de este tipo no sienten en su cuerpo un placer, un “gustito” especial. Ahí -hay que explicarles- se está iniciando una estimulación sexual que es propia y precede al acto sexual. Esta sensación de placer o estimulación es estupenda y está muy bien dentro de un entorno de amor y compromiso, dentro del matrimonio. Pero no es moralmente lícita, para un católico, fuera del acto conyugal.
Esta es la misma razón por la que no es lícita moralmente la masturbación ni la pornografía.
Si no entienden esto les costará entender por qué se lo prohibimos si no hacen daño a nadie.
Podemos añadir después que además tienen que aprender a controlar su sexualidad y a no depender de sus deseos o impulsos, a ser dueños de sí mismos.
Creo que así les será más fácil entender por qué no nos parece conveniente ni a los padres cristianos ni a la Iglesia ver ciertas escenas, o leer libros con contenidos de este tipo.
Ya véis que no es tan complicado ni requiere ningún postgrado de sexualidad infantil. Pero es importante que seáis muy claras y os asegureis de que lo han entendido. No os engañéis con la idea de que “son pequeños y les despierto algo escondido”. Seguramente han visto y saben más de lo que creéis y hoy más que nunca necesitan claridad. Van a tener que ir a contracorriente y si no les armamos bien de razones y argumentos, van a perder la batalla.
Por supuesto que tenéis que hablar con ellos de uno en uno. Podéis ser vosotras o vuestros maridos. A mí me gusta más los padres a los hijos y las madres a las hijas. (Cristina, te has librado de momento, jejeje). Pero eso como vosotros veáis.
Ánimo y a por ello, chicas.
Y ya sabéis: estáis a tiempo de ocupar las butacas de su cabeza, sus butacas; pero no os despisteis por si llega antes que vosotros algún intruso.
Un besazo.
Mamá