
Querid@s hij@s: ahí va más de afectividad y sexualidad.
Y digo más porque no sé si os pasará a vosotros, pero a mí me da la impresión de que, por todas partes, en los coles, los libros, entrevistas de radio… se habla del tema. Vamos, que está de moda, es el temazo.
Desde hace unos pocos años he asistido a más cursos presenciales y online sobre el tema que en toda mi larga vida anterior. ¡Y siguen llegando! Debe ser, nos dicen, que no acabamos de tenerlo claro, o al menos, que no lo transmitimos bien a los hijos.
Y también, y sobre todo, que es urgente poner en alza y valorar como se merece el sentido de la sexualidad natural, el que nos explica la antropología (no sólo cristiana sino humana) y el que tiene más capacidad para hacernos felices.
Vivimos en una sociedad tan sexualizada que, como no nos adelantemos a explicar mucho y bien a nuestros hijos el valor y sentido de la sexualidad, lo van a aprender por su cuenta y de cualquier manera.
A veces añoro cuando no se hablaba tanto del tema. Oímos repetir que era una época de tabúes e ignorancia sexual y posiblemente fuera así, pero yo creo que “entre poc i massa”, como se dice por aquí: ni tanto ni tan clavo. Puestos a elegir me quedo con lo anterior.
A mis amigas y a mí de jovencitas no nos preocupaba ni ocupaba demasiado el tema sexual y cuando conocíamos a un chico que nos gustaba era un reto conocerlo y descubrirlo: cuáles eran sus gustos, qué leía, qué música escuchaba, qué deportes practicaba, si tenía sentido del humor, cómo era su familia, cuál era la relación con sus amigos, si era trabajador o estudioso, si era piadoso, …
Por eso hablábamos y compartíamos todo lo que podíamos con él. Si estábamos lejos nos escribíamos largas cartas y seguro que aburridísimas para alguien ajeno al “cortejo”. En ellas abríamos nuestro yo más íntimo, con todas nuestras dudas, ideas y sentimientos.
Entendíamos que lo sexual vendría después del «sí quiero para siempre” y que lo normal era que el tema sexual fuera bien. Así solía ser y en general no nos hemos desenvuelto mal en nuestra relación conyugal ninguna.
Me acuerdo, cuando ya era madre, de una vez que Cecilia fue con el colegio a una competición de atletismo a La Pobla de Segur. Tendría 10 u 11 años y vino contándonos lo siguiente: “Unos niños nos han preguntado ¿Sois vírgenes? Qué brutos, mamá. Les hemos dicho que no, que virgen sólo es la Virgen María“.
Ya veis que papá y yo no aprovechábamos muy bien los cursos de orientación familiar a los que asistíamos. Y eso que ya entonces empezaban a decirnos que habláramos de sexualidad con nuestros hijos.
Pero tampoco tu desconocimiento del tema de entonces te ha impedido una vida conyugal sana y plena, creo yo.
Por eso pienso que el asunto está, no tanto en que los hijos dominen la genitalidad y todos sus acompañamientos, sino en saber transmitir bien a los hijos qué es y para qué sirve la sexualidad. Qué papel tiene en la afectividad. Cómo manejar mi sexualidad para que me ayude a ser más feliz.
En el colegio, el trimestre pasado vinieron de la asociación Dale una vuelta, a hablar a los padres y alumnos sobre “Educación sexual y pornografía” y fue muy interesante. Nos comentaron que, en estas sesiones, cuando preguntan a los padres si hablan de sexualidad con los hijos, muchos dicen que sí. Pero cuando se les pregunta a los alumnos, la mayoría dicen que no hablan del tema con sus padres. Como diría aquél, aquí alguien miente y no soy yo.
Parece ser que es un tema de percepción. En algún momento y tras algunos nervios y puede que inseguridades, al fin los padres les explicamos un día a nuestros hijos qué es la regla, o qué hay que hacer para tener un hijo. No pocas veces los padres lo soltamos por encima y por cumplir, y ya nos quedamos tranquilos pensando “misión cumplida”. Los hijos a veces ni están en la misma línea, ni tienen interés en el tema y no perciben que hablan con sus padres de sexualidad, sino que les hemos colocado una chapamás o menos larga.
Pensando sobre el tema se me ocurren algunas ideas que os voy a transmitir por si os sirven para hablar con vuestros hijos.
Hablar de sexualidad no significa dar una o varias sesiones de genitalidad sobre lo que hay que hacer para tener hijos o las características propias de la sexualidad de hombre y mujer. O explicar que es un orgasmo, por ejemplo. Estos pueden ser temas que también haya que tratar, pero ni son los más frecuentes ni los más importantes.
Hablar de afectividad y sexualidad a los hijos es hacerlo con frecuencia y transversalmente, aprovechando todas las ocasiones que se nos presenten para ello. Algunas ocasiones nos las facilitarán y otras las buscaremos nosotros.
El otro día, en el colegio, oí comentar a una niña de 3º de Primaria que ya le habían dado un beso cuatro niños. Ya sabemos que son cosas de niños, pero de la misma manera son cosas de padres y de profesores salir al paso y no dejarlas pasar. Es el momento de decirle que no tiene que recibir un beso de un niño porque a él le apetezca o se le ocurra, que es una falta de respeto. También que los besos están hechos para demostrar cariño y por eso se los dan dos personas cuando son novios y muchos más y mejores cuando se casan y se quieren “lo más del mundo», como papá y mamá.
Más ejemplos:
Si veis un anuncio con una mujer semidesnuda les podéis decir: “Qué pena, ¿no? Porque no está bien mostrarse desnudo ante todos, sólo los papás se ven desnudos porque son como una sola cosa y por eso también duermen juntos. Cuando nos casamos, nos entregamos y unimos tanto que va unida la entrega del cuerpo a esa persona”.
Ante una embarazada no se trata sólo de explicar la semillita famosa, sino de decirle que Dios ha querido que cada bebé nazca de un padre y una madre unidos. Por eso los papás que se querían mucho se casaron y con la colaboración de los dos nació él, como nacen todos los bebés. Decidle que una familia es el mejor sitio para que el niño crezca y esté cuidado y querido, con su papá y su mamá. Esta idea vais repitiéndola, y según el niño crece se va ampliando e ilustrando.
Si ven a una pareja de homosexuales dándose un beso podéis decirles que Dios quiso que sean hombre y mujer los que se besen y se casen y los hizo complementarios. Por eso se necesita hombre y mujer para tener un hijo. Pero que mucha gente no lo sabe y por eso no criticamos a nadie, sólo damos gracias a Dios por saberlo. Así podemos hacerlo como Él quiere y ser más felices.
Si vemos a una pareja besándose por la calle podemos aprovechar para decir a nuestro hijo pequeño: serán marido y mujer y por eso se besan. Si son muy jovencitos les podemos decir: son demasiado jóvenes para ser novios y besarse. Y si son más mayores pero el beso sube mucho de intensidad, podemos decirles que es mucho beso para unos novios. Que es mejor esperar a estar casados y se hayan comprometido para siempre. Decírselo desde la alegría y buen humor y respetando mucho a las personas. “Es que mucha gente no lo sabe o les dan muchas ganas y no se han podido aguantar”. También evidentemente, dependiendo de la edad de nuestros hijos podremos decirles sólo eso o hablar más en profundidad si son mayores.
Desde los 11 o 12 años a los niños ya casi se les puede hablar como si le explicáramos nuestra visión de la vida a una buena amiga.
Si vuestro hijo os pregunta, por ejemplo, qué es hacerse una paja, sale el tema de la pornografía o veis que se toca demasiado, mejor no decirle sólo que no haga eso o que es una cochinada. Aprovechad para decirle que el placer de la sexualidad es muy bueno, pero no es para usarlo uno consigo mismo, sino con la persona que has elegido y que quieres, enfocado a la unión de los cuerpos y para quererse más los papás y tener un hijo.
Y así en muchas situaciones de la vida, del día a día, vais transmitiendo no la genitalidad sino el sentido de la afectividad y la sexualidad que vosotros conocéis y en el que creéis.
Que les vaya quedando claro que sólo el sexo conyugal -amor y compromiso- satisface y responde a nuestros anhelos más profundos. Lo demás no pocas veces termina produciendo sufrimiento y vacío.
Si lo hacéis así, en las muchas situaciones que se os presentan y otras que buscáis, será natural hablar con ellos cuando proceda también de genitalidad. Pero colocada en su entorno natural y no desenfocada y a veces abusada.
La dificultad para muchos padres está en que son ellos los que no tienen claro cómo entender la sexualidad, Si sólo o principalmente como fuente de placer o como algo mucho más grande.
Por eso tantas veces los padres no hablan con los hijos del tema, porque no saben cómo afrontarlo ni qué decirles.
Dudan si decirles que es mejor que se contengan un poco, que den rienda suelta a su sexualidad (cómo les presenta la sociedad) y darles un preservativo u optar por una situación intermedia. Y como no lo tienen claro, no les dicen nada o les dicen poca y confusa cosa.
Pero cuando se tiene claro es más fácil hablar y explicarles, no sólo qué hay que hacer para tener hijos, que es una cosa más, sino cómo la sexualidad ayuda a quererse más y mejor los padres.
Hablarles de la maravilla del amor entre un hombre y una mujer, a través del cual y con la unión de sus cuerpos se puede dar vida a un nuevo ser para educarle, amarle y dar gloria a Dios todos juntos. Y esta idea repetirla en todas las ocasiones que podáis y de las mil formas que se os ocurran.
También se les puede decir que creemos que viviendo así somos más felices en la tierra y tenemos más fácil llegar al cielo.
Ni más ni menos. No es tan difícil de explicar, o mejor dicho, de vivir (que será siempre una estupenda manera de transmitirlo).
Ánimo, vosotros podéis. Un abrazo muy fuerte.
Mamá.
Osea, que según tú… Dios no quiere que sea homosexual, cuando se supone que Dios es amor… Vaya contradicción, no? Yo espero que Dios me quiera como soy y no sea tan condescendiente de creer que posee la verdad para ir dando consejos a diestro y siniestro de opiniones más que sesgadas. Por cierto, lo que hace se llama incitación al odio, y puede estar penado. Reflexiona y piensa si a Dios le gustaría que se fuese diciendo por ahí que dos personas no pueden amarse o ser libres de ser quién quieran ser… Imagina que escribieran sobre ti que lo que eres no está bien, que lo que sientes no está bien, que lo que haces no está bien… Eso es lo que tú haces en esta página. ¿Qué mal no? Qué mal decir que hay personas que no pueden ser ellas. Pero claro solo se ve lo malo en los demás. Imagino y ni responderás, ni publicaras esto. Pero al menos, empieza a pensar en los demás y como los haces sentir.
Un saludo.
Me gustaMe gusta
Siento haberte herido. Claro que Dios ama a los homosexuales, sólo faltaría. Lo único es que en la Iglesia se entiende la sexualidad dentro del matrimonio y abierta a la vida. Por eso tampoco se contempla la sexualidad entre novios y no significa que Dios no los quiera.
Pero tranquilo o tranquila. No todo el mundo tiene que entenderlo así. Y no sufras que Dios es más grande que esto.
Un abrazo y publicalo donde quieras.
Me gustaMe gusta