Mi carta desde el covid

Madrid, 2 de mayo de 2020

Querida mamá:

¿Cómo estás? Qué alegría saber que en estos tiempos de pandemia estéis papá y tu bien, a seguir así.

Me pides que te cuente cómo hemos vivido este último mes y medio y no sé por dónde empezar.

Ha sido una época para reflexionar, para mejorar en muchos aspectos la convivencia familiar, para valorar mucho más la libertad (sobre todo los que estamos encerrados en un piso sin jardín ni terraza), para valorar la vida y para recordarnos que estamos en manos de Dios, que el endiosamiento del hombre tiene fin.

En casa estamos viviendo esta pandemia de forma muy especial. Para empezar, separados. Los tres niños mayores se fueron con mis “santos” suegros cuando todo empezó y ya han pasado casi dos meses. Les echamos mucho de menos, así que en cuanto el estado de alarma nos lo permita, fase 4 creo (menudo lío de fases), vamos a ir a por ellos rápidamente.

Cuando se fueron, Álvaro me dijo que si por su cumpleaños (24 de abril) iba a estar en casa y yo riéndome le dije que por supuestísimo que sí. Y ya ves, ni su cumple, ni el de su hermano Nico (11 de mayo) vamos a poder celebrarlo juntos.

En fin, con las desgracias que están pasando por ahí, esto es “peccata minuta”.

Los tres pequeños lo están llevando muy bien, de manera ejemplar, diría yo. No se han quejado ni un solo día de no salir a la calle.

Miguel y Blanquita han hecho buenísimas migas y juegan mucho juntos, con sus típicas peleas. Se han descubierto uno al otro y están encantados. Miguel, al estar en 1º de Primaria, tiene deberes y clases online, así que por las mañanas trabaja más que juega.

Inés es la que ha salido más beneficiada con el confinamiento. Ella, que con sus 18 meses no iba a guarde, se ha encontrado con que tiene a sus dos hermanos en casa 24 horas y está feliz. Imita todo lo que hacen y no se quiere perder nada, está espabilando a pasos agigantados.

Edu padre ha estado trabajando desde casa bastante, con sus días buenos y otros no tan buenos ya que, como todos los empresarios, ha tenido que tomar decisiones importantes y a veces drásticas. Ahora mismo ve con mal pronóstico el futuro, pero bueno, día a día y a tirar del carro. La verdad es que ha ayudado muchísimo a Miguel con los deberes, lectura, esfuerzo, … y le ha venido muy bien, así que no hay mal que por bien no venga.

Otra pieza clave ha sido Claudia, nuestra “cuidadora/asistenta”, ya que sin ella hubiera sido más complicado. Se ha quedado a vivir con nosotros casi dos meses y como yo tenía que trabajar fuera de casa y Edu teletrabajar, ha sido un filón en nuestra familia.

Por mi parte han sido días, semanas muy duras. Sin lugar a dudas, las más duras de mi vida y de mi profesión. Como ya te transmitía por teléfono, pasé unos días en los que estaba convencida de que esto era el fin del mundo. Era horrible ver cómo iban muriendo casi solas tantas personas.Les metíamos en una funda de plástico y las llevaban al palacio de hielo para ser incineradas. No sabes qué triste y angustioso era todo.



Hubo momentos en los que sólo anhelaba coger el virus yo también y poder irme a casa de cuarentena. Aunque enseguida caía en la cuenta de que faltaban manos y terminaba rectificando mis “malos pensamientos” e insistiendo a Dios que me ayudara por favor.

He vivido momentos angustiosos donde los pacientes se contagiaban y se ponían muy “malitos” en cuestión de horas, incluso algunos morían, y lejos de sus familias, muy duro. Me ubicaron en UCI, donde no había trabajado en mi vida y… ¡a torear! Cada uno hacíamos lo que podíamos, porque esto nos superaba a todos.

La jornada laboral sabía cuándo empezaba, pero no cuándo terminaba. Algunos días me iba a casa después de 12 horas sin parar ni a comer, pero había valido la pena porque había aportado mi granito de arena y entre todos teníamos que luchar contra este terrible virus.

También han pasado cosas muy bonitas, como cuando llegó un chico de 35 años a la UCI. Llegó despierto, con oxígeno pero perfectamente consciente. Tenía 5 hijos pequeños y venía para que le intubaran y mejorar así los síntomas del virus. Sus pulmones estaban trabajando demasiado y estaba empeorando a pasos agigantados. Minutos antes de intubarle hizo una llamada facetime con su familia (su mujer y los 5 hijos) despidiéndose por lo que pudiera pasar. A mí se me saltaban las lágrimas de las cosas que decía y le acompañaba rezando. Gracias a Dios, en tres o cuatro días le despertaron y subió a planta rápido.

En mi hospital dejaron estar a dos sacerdotes que acompañaban y repartían consuelo entre los enfermos. Han sido muy valientes. Uno de ellos enfermó y en cuanto estuvo libre de virus volvió a la UCI.

Ahora, a 2 de mayo, parece que la situación está mucho mejor y vemos la luz al final del túnel. Así que deseando veros a todos y daros un fuerte abrazo. Confiemos en Dios y en nuestros gobernantes para que esto sea cuanto antes.

Un beso muy fuerte y ¡Feliz día de la madre a la mejor madre del mundo!

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