Queridos hijos: ¿El amor eterno no existe?

Queridos hijos: ¿ El amor eterno no existe?

 

 Hace poco leí un artículo del psiquiatra Enrique Rojas en el que subrayaba que “El amor eterno no existe”. Me desconcertó esta afirmación y como el matrimonio es “mi tema” y admiro mucho a Enrique Rojas estuve pensando mucho sobre ella. 

Os escribo este post como resultados de tantas vueltas. 

 

Todos os casasteis muy enamorados y así seguís, graciasa Dios,  pero creo que ya podéis entender, tras varios  años de feliz matrimonio, el significado profundo y lo que hay detrás de la expresión “EL AMOR ETERNO NO EXISTE”.

Al enamorarnos a todos nos parece que nuestro amor es eterno, no concebimos la vida sin ese amor y pensamos que podrá con cualquier vicisitud que nos depare la vida. Pero también comprobamos que por pura inercia, ese amor que nos arrebataba y volvía locos no permanece. Se va desgastando y puede terminar desapareciendo e incluso convirtiéndose en un sentimiento de rechazo, si no lo cuidamos y trabajamos.

Pero también puede ir creciendo y terminar siendo un amor para toda la vida y eterno, que sólo ve en la muerte un cambio de situación, pero nunca un fin del amor.

Por eso sí que creo en el amor eterno, pero en un amor eterno que es una conquista. 

Lo veo  cómo  un punto de llegada, algo a lo que tendemos, aspiramos y con lo que soñamos. Podemos conseguirlo pero recorriendo un hermoso , y no siempre fácil camino. Y ahí es donde queremos llegar.

Por eso el día de nuestra boda nos comprometemos delante de Dios a vivir el matrimonio con unas  cualidades y fines que sabemos que son los que nos van a ayudar a convertir nuestro amor en amor eterno. 

El amor que nos tenemos  se ha convertido en amor conyugal, amor comprometido. 

Y debemos cuidarlo para llegar a ese amor maravilloso, eterno, generoso, empapado de ternura y delicadeza, que crece con los años y que nos hace felices a nosotros, a nuestros hijos, a nuestros nietos y demás familiares y que es un bien para la sociedad. 

Debemos cuidar esas cualidades y fines esenciales propios de la institución del matrimonio y vivir nuestra vida matrimonial de una manera determinada  que vamos a ir repasando en este blog. 

No vale todo porque cuando todo vale lo más fácil es que nuestro yo termine arrasando al tú y al nosotros y eso es la muerte del auténtico amor.

 

Hoy os comentaré  dos cualidades básicas y  esenciales al matrimonio.

 

1.- LA FIDELIDAD. El amor conyugal no admite terceras personas.

2.- MUTUA AYUDA. Es quererse con los defectos. 

 

1.-Estaréis pensando todos: “mamá, evidentemente la fidelidad es lo básico en el matrimonio”. Pero no podemos dar nada por conseguido. 

La infidelidad  es una amenaza que no desaparece nunca: ni aunque estemos muy enamorados, ni aunque lo tengamos muy claro, ni aunque llevemos 50 años casados, ni aunque se viva una vida limpia y cara a Dios.

La naturaleza humana es así: al hombre le gusta conquistar y a la mujer seducir, y esto no desaparece (como todo lo que es antropológico) hasta que nos morimos.

 

Podemos tener muy claro que nuestro marido o mujer es “el amor de mi vida y lo mejor que tengo” y al mismo tiempo nos puede empezar a gustar una persona que conocemos y que vemos que la caemos demasiado bien.

 

Por supuesto que no pensamos en nada serio, sólo faltaría, pero en el momento en que le decimos a esa persona algo que no le diríamos delante de nuestro cónyuge o en público, o le escribimos un whatsap o mensaje por redes sociales que no querríamos que viera nuestro “amor de mi vida”, o  igual hasta escondemos el móvil, o nos retiramos de la habitación  para hablar por teléfono con ella o pensamos en ella escuchando una canción especial, o nos sorprendemos recordando el rato que hemos compartido y lo que me ha dicho, o anhelo el rato que la voy a ver, o me visto pensando en gustarla… en ese momento estoy siendo infiel, estoy traicionando a mi esposo o esposa.

 

La fidelidad no admite fisuras ni coqueteos.

 

El Evangelio es drástico en esto cuando dice: peca “el  que mira a una mujer  que no es la suya deseándola”, y se entiende que viceversa,  claro. 

No es necesario ser adúltero para ser infiel. Además, no pocas veces se empieza siendo infiel en lo pequeño y se termina yendo de las manos. 

 

Por eso es tan importante ser exageradamente prudentes en este tema, porque nos jugamos mucho. 

Una persona casada no puede vivir las relaciones con personas del otro sexo como si fuera una persona soltera.

 

Y ser exageradamente prudentes en este tema supone, por ejemplo, no estar a solas nunca en una habitación con una persona del otro sexo que no es mi marido o mujer. 

Una amiga nuestra nos decía hace años: “en mi trabajo hay muchos problemas en el tema de la fidelidad matrimonial, por eso yo cuando tengo que recibir a un abogado (ella era juez) en mi despacho siempre le digo: “puertecita abierta” y así he evitado y evito muchos problemas”. ¡Valiente decisión!

Si por temas profesionales y puntualmente tenéis que trabajar con un hombre o mujer que no es vuestro marido o mujer pues eso: puertecita abierta, aunque os llamen maniáticos, da igual. 

Y si el tema es recurrente y se repiten las ocasiones, pues decisiones drásticas que diría Víctor: se cambia de proyecto, o de despacho, o de trabajo si el asunto lo requiere. No vale decir que es mucho más jóven que yo, o mucho más vieja, torres más altas han caído, y lo que nos estamos jugamos es muy serio.

 

Siempre os he contado lo que agradecía a papá que fuera extremadamente prudente en su relación con compañeras abogadas. Da mucha seguridad en la relación vivir así. Y es la mejor muestra de amor en el matrimonio.

 

Cuentan que el gran pianista Albéniz puso un telegrama a su mujer desde París: “Ven pronto. Estoy gravísimo”. La esposa viajó volando a donde él estaba y le encontró en la estación rebosante de salud. “¿Pero no estabas enfermo?”El gran músico y esposo contestó: “Sí, gravísimo. Estaba empezando a enamorarme”. 

 

Supone también no hablar de cosas personales, gustos, apetencias… y menos de cosas  íntimas con quien no es mi marido o mujer.

Si ya cuidamos el anterior tip y  no estamos a solas, lo tendremos mucho más fácil. 

De las confidencias vienen los apegos. El hombre se siente protector y la mujer escuchada y comprendida y de ahí a más hay un paso.

Ayuda bastante llamarse de usted cuando la situación y la edad lo permite. 

Y saludarse con la mano en vez de tanto beso y abrazo, como dice siempre papá. 

 

Ayuda mucho no hacer vida social separados. Si os invitan a una boda, por ejemplo, pues vais o no vais, pero los dos juntos.

Participar en una cena o comida de amigas o de amigos no es lo mismo que compartir mesa y risas con quien no es nuestro cónyuge.

Puede ser un día esporádico si no hay más remedio, pero ojo! Tampoco pasa nada si explicáis que no váis porque no os gusta ir sin vuestro marido o mujer.

 

Ojo también con los desayunos o comidas de trabajo. No es excusa ni justifica estar a solas con quien no es mi cónyuge.

 

Tampoco es bueno frecuentar salidas y diversiones solos: ir a un concierto, escapada de fin de semana con amigas. Vuelvo a lo mismo y lo hablaremos en el próximo post (con tips de ayuda mutua). Siempre es un riesgo.

Ni es lo mejor apuntarse a un grupo mixto en el gimnasio o en cualquier grupo en el que abunda gente variopinta.

Igual que no es lógico bailar, ni en una boda ni fiestas, con alguien que no es tu marido o mujer. Aunque sea el cónyuge de tu mejor amig@. 

Y a veces hay que ser un poco derrochador y comprarse un billete de tren ante la opción de aprovechar el viaje en coche de mi compañero que va solo.

También falta al respeto a nuestro marido/mujer tener conversaciones con amigos sobre lo “buenazo, guapísimo, etc que es alguien que no es nuestro marido/mujer. Aparte es muy basto y de muy poco tono. ¿Qué dirían nuestros hijos si lo oyen? o incluso ¿te gustaría oírselo decir a tu padre o a tu madre?

 

Os puede parecer esto muy exagerado, pero es lo que toda la vida se ha aconsejado para el matrimonio. “Entre santa y santo pared de cal y canto” decía Santa Teresa, y es que es algo antropológico, pura naturaleza, y no podemos cambiarlo.

Habrá hombres y mujeres que les cueste más que a otros vivir la fidelidad en el matrimonio pero repito nos moriremos conquistadores los hombres y seductoras las mujeres. 

Y todos somos capaces de todo.

 

Cualquier infidelidad por pequeña que sea y aunque sea perdonada  por el cónyuge “traicionado” puede introducir una desconfianza y unos celos en la relación que hacen mucho daño al matrimonio, producen gran sufrimiento y cuesta mucho quitárselos de encima.

 

Y si alguna vez se mete la pata en este asunto, aunque sea poco cosa, ¿qué hacer?

Pues lo que también habéis oido siempre: Pedir perdón a Dios y al cónyuge. 

Primero  confesar y después pedir perdón una y las veces que haga falta y ahogar el mal con abundancia de bien. 

Tener en cuenta los requisitos para el perdón: ser conscientes del mal hecho, estar arrepentidos y tener claro que no volverá a pasar. 

Hay que ser muy sinceros y pedir perdón y luego desagraviar y sobrequerer al cónyuge “herido”. 

 

La parte causante no olvidarlo del todo para ser más prudente y la parte afectada perdonar de corazón y pasar página. 

Y a seguir invirtiendo ilusión y energía en el matrimonio, rezando por quererse cada día más y mejor. 

Un beso muy fuerte a todos y seguid  queriéndoos mucho, mucho y que se note.

 

mamá

 

PD: La segunda  cualidad  la dejo para el próximo post ¡que me he extendido mucho!

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